Contexto
La ascensión de Bashar al-Assad al poder en Siria está marcada por una historia compleja de sucesión familiar y poder autoritario. Su padre, Hafed al-Assad, asumió el control de Siria en 1970 mediante un golpe de Estado y estableció un régimen que dependía en gran medida del Partido Baaz y de las fuerzas de seguridad para mantener el poder. El mandato de Hafed estuvo marcado por medidas extremas para erradicar a la oposición política, siendo el más infame la Masacre de Hama en 1982, donde murieron más de 20,000 personas como respuesta al crecimiento de la influencia de los Hermanos Musulmanes.
El régimen de la familia Al-Assad, con sus raíces en la minoría Alauita (una rama del Islam chiíta), se mantuvo firme, a pesar de que la población siria era predominantemente sunita. Tras la muerte de Hafed en 2000, Bashar al-Assad, inicialmente visto como un reformista, heredó el poder de su padre. Sin embargo, a pesar de sus promesas de reformas políticas y económicas, el liderazgo de Bashar se estancó, lo que llevó a Siria a adoptar un modelo autárquico y cerrado, manteniendo las políticas represivas de su padre.
El Comienzo de la Guerra Civil
La Guerra Civil Siria comenzó en 2011, en el contexto de la Primavera Árabe. Las protestas estallaron en todo el país, con cientos de civiles exigiendo reformas democráticas y el fin del régimen de Bashar al-Assad. La brutal represión por parte del gobierno ante estas protestas escaló rápidamente las tensiones, empujando a los civiles a una resistencia armada. El primer incidente relevante ocurrió en junio de 2011, cuando civiles armados tomaron el control de una estación de policía cerca de la frontera turca, y parte de la unidad del ejército que estaba en la zona desertó y se unió a la oposición.
En julio de 2012, el Comité Internacional de la Cruz Roja declaró que la situación en Siria era un conflicto armado interno, reconociéndolo oficialmente como una guerra civil. Lo que siguió fue no solo un conflicto nacional, sino también una guerra internacionalizada, con potencias extranjeras y varios actores no estatales involucrados, lo que exacerbó la complejidad de la situación.
El Papel de los Actores Externos y los Combatientes
A medida que el conflicto se intensificaba, surgieron varios grupos armados que desafiaban al gobierno de Assad. La oposición estaba fragmentada, con numerosas milicias y grupos rebeldes luchando por el control, y a menudo chocando entre sí debido a sus ideologías y objetivos divergentes. En marzo de 2011, varios grupos de oposición formaron el Consejo Nacional Sirio, pero la falta de unidad y coordinación de estos grupos llevó a su reemplazo en 2012 por la Coalición Nacional para las Fuerzas Revolucionarias y de Oposición Siria. Esta coalición fue apoyada por el Ejército Libre Sirio (ELS), compuesto principalmente por desertores y voluntarios del ejército sirio.
Los grupos yihadistas, como el Estado Islámico (ISIS), también jugaron un papel importante en la guerra, promoviendo la instauración de un Estado Islámico gobernado por la ley Sharia. Estos grupos se convirtieron en algunos de los actores más poderosos del conflicto, ganando territorio e influencia, especialmente en el este de Siria. El ascenso del ISIS complicó aún más la situación, ya que los países occidentales, las potencias regionales y los actores locales ajustaron sus estrategias en respuesta a la creciente amenaza yihadista.
Actores Internacionales e Intervención Extranjera
La complejidad de la guerra se vio aumentada por la intervención de varias potencias extranjeras. Rusia, Irán y Hezbolá apoyaron al régimen de Bashar al-Assad, proporcionando ayuda militar y apoyo logístico. Mientras tanto, Estados Unidos, Turquía y varios países del Golfo apoyaron a los grupos de oposición, especialmente al ELS y a las milicias kurdas que luchaban tanto contra Assad como contra el ISIS. El conflicto se convirtió, por lo tanto, en un campo de batalla indirecto para las potencias regionales y mundiales, lo que alargó y complejizó aún más la guerra.
Aunque la guerra comenzó como una lucha por reformas democráticas, rápidamente se transformó en una guerra civil sangrienta que involucró a diversos grupos políticos, sectarios e ideológicos. La falta de un frente opositor unificado, la aparición de facciones extremistas y la intervención de potencias extranjeras crearon un ambiente caótico que ha llevado a la muerte de más de medio millón de personas y ha desplazado a millones de sirios, tanto dentro como fuera del país.
La Guerra Civil Siria es un trágico ejemplo de cómo las luchas políticas internas pueden convertirse en un conflicto internacional multilateral. La intervención de actores externos, junto con las divisiones internas en Siria, ha prolongado la guerra y la ha convertido en uno de los conflictos más complejos y devastadores del siglo XXI. El régimen de Bashar al-Assad, aunque seriamente desafíado, ha logrado mantenerse en el poder con la ayuda de sus aliados, pero el futuro de Siria sigue siendo incierto, con una crisis humanitaria en curso y una sociedad profundamente fracturada.